La sombra terrible de 2001 permanece en la historia y en la memoria de la ciudadanía argentina. Las movilizaciones de aquel año fueron el telón de fondo de la política durante las siguientes décadas. Veintidós años después, el fantasma del año maldito del país vuelve a acechar a Argentina.
Para el mes de Diciembre de 2001 la recesión ya llevaba 42 meses y amenazaba con continuar rápidamente. El PIB no dejaba de caer y el ajuste permanente había llegado a gran agitación cuando Domingo Cavallo volvió al Ministerio de Economía. Ya en julio, lanzó el programa de “Déficit Cero”, que incluyó un recorte de salarios públicos y jubilaciones de 13%. Sin dudas, el desempleo crónico, pero sobre todo una polarización de las clases medias entre un sector cada vez más acomodado y una mayoría empobrecida, fueron las bases estructurales que hicieron que los conflictos sociales se agraven día a día.
Lo que pasó en los años 2000 y 2001, sin embargo, fue una profundización de tendencias desde mediados de la década de 1990. El piquete había sido recuperado de las viejas tradiciones del Movimiento Obrero Argentino en las puebladas de las provincias de Neuquén (Cutral Có y Plaza Huincul en 1996), Salta (Mosconi y Tartagal en 1997) y Corrientes en 1999. En 2001 también se hizo presente. Los piqueteros conformaron un movimiento social que estuvo, en esos días y también en los años siguientes, en el centro de la escena. En ese mismo periodo de Diciembre, tuvieron lugar siete paros generales protagonizados por todas las centrales sindicales en las que estaba dividido el Movimiento Obrero Organizado y por los que fueron impulsados por el llamado sindicalismo disidente ( Movimiento de Trabajadores Argentinos / MTA) y la Central de
Trabajadores Argentinos (CTA). La secuencia que terminó en las jornadas del 19 y 20 de diciembre comenzaron el día 12, con movilizaciones de desocupados, trabajadores estatales, comerciantes y estudiantes que reclamaban la renuncia de Cavallo. Las dos facciones de la Confederación General del Trabajo (CGT) y la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) decretaron un paro general el 13 contra la retención de los depósitos por parte de los bancos y hubo marchas en varias ciudades. Los saqueos a comercios y supermercados comenzaron el 14 y así se llega al 19 con la irrupción espontánea de muchos manifestantes en la Ciudad de Buenos Aires, en centros del Gran Buenos Aires y en ciudades del resto del país, en rechazo al estado de sitio decretado por el gobierno de De la Rúa. En los barrios más pobres, se registraron múltiples saqueos a supermercados, almacenes y comercios de todo tipo. El 20 de diciembre los combates continuaron con en la Plaza de Mayo y hubo protestas en todo el país siendo uno de los estallidos sociales más grandes de la historia, el cual fue reprimido en el marco de un Estado de sitio, dejando un saldo de 39 muertos, muchos heridos y 4000 detenidos en todo el país. A la tarde se conoció la renuncia del presidente y la imagen del helicóptero de la Casa Rosada. A su salida, le sucedieron cinco presidentes en una semana. Finalmente, Eduardo Duhalde ocupó el sillón de Rivadavia hasta 2003, cuando Néstor Kirchner asumió como jefe de Estado.
Sin lugar a dudas, no podemos de dejar de relacionar lo que pasó hace 22 años con lo que sucede hoy en día en nuestro país donde la expresión social del mismo se transformó al ritmo de ideas de progreso económico pero que en los hechos son reformas neoliberales que dan como resultado una sociedad más empobrecida y desigual. El pasado está volviendo, y clara muestra de eso, es Patricia Bullrich, hoy Ministra de Seguridad de la Nación y en ese momento Ministra de Trabajo de la Alianza, brazo operativo de aquel golpe olvidable 2001. Una ministra de seguridad que hace pocos días dispuso un protocolo de actuación para desalentar las protestas y los cortes de tránsito y para evitar los cortes de la circulación de vehículos en la vía pública por piquetes y manifestaciones callejeras y que está dispuesta a todo, como lo estuvo en ese 2001 donde no solo le recorto los ingresos a los jubilados, sino que alentó la represión en su más alta expresión. No está sola, claramente el Presidente de la Nación, Javier Milei, la apañe, como lo hace con Sandra Petrovello, Ministra de Capital Humano, que no dudó en reforzar la idea de intimidación buscando criminalizar la protesta. Es doloroso pero real que todo vuelva a suceder en Argentina, pero por esto, compañeros y compañeras, tenemos que estar preparados para lo que se viene, sabiendo que la violencia no es el camino, sino el dialogo, y la política, pero es necesario expresar que no estaremos con los brazos cruzados ante el atropello de nuestros derechos, al de trabajar y al de manifestarnos si no encontramos respuestas de la dirigencia política que hoy conduce los destinos del pais.
COMPAÑEROS Y COMPAÑERAS, COMO SIEMPRES LES DECIMOS: NI UN PASO ATRÁS.